Los trastornos de la salud mental vienen recogidos en una serie de etiquetas diagnósticas que a su vez contienen una lista de síntomas, catalogados en: la Clasificación Internacional de Enfermedades 11 (CIE-11, Organización Mundial de la Salud) y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos mentales 5 (DSM-5, Asociación Americana de Psiquiatría) con sus respectivas diferencias. Estas clasificaciones de la enfermedad mental surgieron entre 1948 y 1952, pudiéndose desde entonces englobar bajo un mismo diagnóstico a diferentes personas.
A raíz de la última revisión del DSM (DSM-5, 2013), se ha dado una proliferación de algunos diagnósticos, como el Trastorno de déficit de Atención y/o hiperactividad (TDAH) o el Trastorno del Espectro Autista (TEA), debido a una delimitación difusa de los criterios requeridos para estos diagnósticos. Por ello, parece necesario buscar y pensar diferentes caminos al del diagnóstico meramente descriptivo.
Desde la terapia psicoanalítica la escucha al paciente va más allá del diagnóstico descriptivo y se dirige a construir un diagnostico causal. El síntoma que hace sufrir al sujeto, sí se toma en cuenta, pero entendiendo que trae una motivación inconsciente que no ha podido expresarse de otro modo que mediante el síntoma.
Por ejemplo, imaginemos dos personas que presentan pensamientos obsesivos relacionados con la limpieza, en cada una, este síntoma remite a un significado inconsciente distinto y tiene una función particular que apunta a su historia aunque el paciente no sabe de ello, de ahí que sea inconsciente. Por tanto, quedarse sólo en la denominación del síntoma o la enfermedad podría resultar algo reduccionista ya que no nos dirá mucho más acerca de lo que ha hecho enfermar a la persona que lo presenta.
Pero a pesar, del peligroso reduccionismo que puedan promover los sistemas basados en etiquetas diagnósticas, éstas cumplen determinadas funciones como son la posibilidad de obtener una ayuda económica o médica que de otra forma no se ofrecen y además en algunos casos también sirven para establecer cierto orden psíquico.
Desde una terapia psicoanalítica, el paciente se puede preguntar sobre:
¿Qué ha podido ocurrir en su vida, que de pronto haga emerger un síntoma? o ¿por qué en un momento dado un síntoma se vuelve tan intenso que resulta insoportable para quien lo padece?
Preguntas esenciales de la clínica podrían ser, qué, cómo, cuándo, por qué y para qué, es decir, “de qué sufre (síntoma); cómo y dónde (coyuntura, contexto y trama); por qué sufre de eso y no de otra cosa (elección del síntoma conforme a la historia subjetiva), para qué le sirve ese síntoma del que se queja pero al mismo tiempo no puede desprenderse de él.
Desde nuestra Consulta de Psicoterapia Psicoanalítica y Familiar (CPPF) el síntoma (sigamos con el ejemplo de una persona acuciada por pensamientos obsesivos relacionados con la limpieza) se entiende como una de las manifestaciones que hace sufrir al paciente y/o sentir insegura a esa persona y que tiene su raíz en el en las capas menos conscientes de nuestro mundo mental, por lo que para aliviar el sufrimiento es imprescindible entender la parte de sentido que éste pensamiento (absurdo en apariencia) pueda aportar.
En este sentido y como precisa la Dra. Lorenza Escardó “la tarea del profesional a la hora de promover el cambio psíquico de nuestros pacientes consiste en ayudarles a abandonar ciertas versiones de sí mismos en busca de otras menos rígidas o defensivas”.
Cuando el sufrimiento se pone en palabras, el paciente consigue darle otras salidas diferentes que no sean exclusivamente a través del síntoma, un síntoma obsesivo en este caso de los pensamientos obsesivos relacionados con la limpieza. Y para ello, el síntoma tiene que ser escuchado porque nos ayuda a entender mejor la manera en la que la persona ha encontrado una salida a su sufrimiento, y en la medida que se escuche podrán encontrarse otros modos, particulares en cada paciente, para manifestar el sufrimiento, ya que no hay que olvidar que algo de sufrimiento forma parte de nuestras vidas.
Referencias bibliográficas:
- Bilbao, R. (2020). El sujeto bajo el imperio de las etiquetas diagnósticas. AECPNA.
- García, O (2018). Los problemas y limitaciones del DSM-5.
- Shedler, J (2019). A Psychiatric Diagnosis is Not a Disease.