Del trauma y su transformación

La clínica del traumatismo

Madrid vivió, ahora hace 16 años, el establecimiento de un proceso traumático colectivo a raíz de los atentados terroristas del 11-M, lo atravesamos y lo superamos. Entonces como ahora, tuvimos, tenemos, que potenciar tanto la salud psíquica individual como la resiliencia colectiva.

Un proceso traumático se desencadena

  • Cuando una experiencia de efecto nefasto por lo inesperado y violento sorprende al sujeto en estado de impreparación.
  • Desbordando sus capacidades para tramitar las angustias que esta experiencia desencadena/despierta/activa.
  • A estas dos condiciones debemos sumar una insuficiente respuesta del ambiente que con su respuesta “negligente o negadora” redoblaría la violencia y la falta de reconocimiento experimentadas por el sujeto.

Este cuadro evidencia que la clínica del traumatismo no es la clínica de la neurosis o la psicosis. Y los síntomas que encontraremos de forma predominante en estos pacientes durante los próximos meses serán los siguientes:

  • Síndrome de repetición
  • Reviviscencia traumática “flashbacks”
  • Confusión
  • Hipervigilancia
  • Conductas de evitación
  • Sueños traumáticos

A menudo encontraremos en paralelo una ruptura de los vínculos más próximos y también de los sociales, así como un ataque o daño en la seguridad en uno mismo.

Lo que estos síntomas testimonian es que la experiencia traumática ha operado una ruptura de nuestro equilibrio más básico y saludable aquél entre la esfera de la autoconservación y la afectivo-libidinal. (Tovmasian, 2019)

Ver a alguien instalado en el registro de la autoconservación, el de la mera supervivencia, sin capacidad de deseo, de soñar, de fantasear, es algo que no se olvida fácilmente. Y quien haya visitado a un ser querido en la UCI entubado y sedado, seguramente habrá quedado capturado por el impacto de ver a esa persona tan querida desposeída de lo que la hace única y ocupada tan solo en luchar por conservar su vida. Evidentemente solo saldrá adelante con la ayuda por un entorno protector de médicos y enfermeros que velan por los cuidados del enfermo, desde los más básicos, oxigeno, medicamentos, sedación, hasta los más tiernos, masajes, cremas y perfumado.

Pero la persona en la UCI, una vez sedada y entubada ha sido desposeída del registro psicosexual libidinal, que ha quedado absolutamente aplastado por el de la autoconservación, la supervivencia.

Ambos registros vienen apoyándose, el uno en el otro, desde nuestro nacimiento. Desde que el bebé solicita los primeros cuidados de su entorno, cuidados primarios en los que autoconservación y psicosexualidad aparecen ya entretejidos. Y es que las capacidades de apego instintivas y los deseos son inseparables para el adulto a cargo del bebé absolutamente dependiente.

Así el adulto que se dirige al niño a la vez que lo quiere cuidar atenta y tiernamente, también lo desea intensamente, desea comérselo a besos y/o desea tirarlo por la ventana también. Y esta es la riqueza y complejidad del ser humano.

El equilibrio entre ese otro que viene a cuidarnos equipado de sus capacidades innatas de apego, pero que a la vez nos frustra o nos excede con su presencia, está en el origen de nuestro funcionamiento psíquico. Y este apoyo e interrelación entre la autoconservación y vida afectivo-libidinal es a la vez también el garante de nuestra salud psíquica.

Las consecuencias de la ruptura del mismo se verifican a menudo en la clínica de la infancia. Y las constataremos como nunca ahora a partir de los eventos traumáticos que estamos viviendo, por suerte de forma colectiva, pero que aún así conllevarán daños considerables en la población.

Del trauma a su transformación

¿Son definitivos los fracasos de la traducción de la experiencia traumática? No, su transformación sí es posible.

A través del apoyo cercano del psicoterapeuta, en el sentido de ofrecer un lazo y una intervención bien medida, que creando un espacio seguro contribuya a reponer el equilibrio entre nuestra esfera vital y la libidinal. La persona recuperará de nuevo un funcionamiento psíquico guiado por la capacidad de desear, soñar, fantasear, un refugio interno que le ayudará a protegerse de los crudos efectos de la intromisión traumática.

«Creo que hay una diferencia fundamental que se debe hacer entre eventos que seguramente se traduzcan y aquellos que son más brutales y niegan, por así decirlo, cualquier transformación.» (Laplanche, 2003)

La situación que ahora vivimos conlleva la ventaja de ser una experiencia colectiva, además de implicar menor violencia que un atentado terrorista o un abuso sexual, provocados por otros seres humanos y que implican violencia interpersonal de forma intencionada.

Este desarrollo y comprensión de la constitución del funcionamiento mental es importante porque nos ayuda a entender el registro en el que se encuentran los pacientes traumatizados.

El trauma psíquico se produce cuando el medio ambiente falla en proporcionar refugio y la angustia sobrepasa nuestras capacidades, hundiendo al sujeto en el miedo y el estupor. Facilitar la conexión con la experiencia traumática para evitar su encapsulación y ayudar a su simbolización son elementos esenciales en las intervenciones dirigidas al trauma y su transformación.

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