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La autoestima en los adolescentes: una oportunidad para el crecimiento emocional

La autoestima es un pilar fundamental de nuestro autoconcepto y tiene un impacto profundo en la salud emocional y el bienestar de los adolescentes. Esta etapa de la vida, llena de cambios físicos, emocionales y sociales, es especialmente vulnerable para los jóvenes, quienes se encuentran en un proceso de autodescubrimiento y adaptación. En este contexto, se hace aún más relevante prestar atención a cómo los adolescentes se ven a sí mismos, ya que cualquier alteración en su autoestima puede tener repercusiones a largo plazo en su vida. La crisis ocasionada por la pandemia del Covid-19 ha intensificado esta vulnerabilidad, dejando huellas emocionales que podrían afectar la calidad de vida de los jóvenes en el futuro.

Durante la adolescencia, es común que los niveles de autoestima disminuyan, lo que puede manifestarse en pensamientos negativos sobre uno mismo, una tendencia a evitar nuevos retos y oportunidades, dificultades para expresar lo que sienten, cambios de ánimo frecuentes y una sensación de desesperanza. Estos desafíos se reflejan en muchos aspectos de su vida diaria: en su rendimiento escolar, en sus relaciones con los demás, en las actividades recreativas que disfrutan y en el cuidado personal que se brindan.

A la par de estos cambios internos, los adolescentes enfrentan presiones sociales y familiares que pueden intensificar sus inseguridades y su sensación de no ser lo suficientemente capaces. En muchos casos, les resulta difícil compartir estos sentimientos con los demás, lo que puede llevar a una sensación de soledad y desconexión.

Por todo esto, la adolescencia es un momento clave en el que el acompañamiento terapéutico puede jugar un rol transformador. Más que una simple recomendación, es una verdadera oportunidad para apoyar a los jóvenes a procesar sus emociones, enfrentar las expectativas del entorno y cultivar una visión más positiva y realista de sí mismos. La terapia se convierte así en un espacio donde los adolescentes pueden aprender a valorarse y a entenderse, ayudándoles a desarrollar una fortaleza emocional que les sirva no solo en el presente, sino también en su vida adulta, convirtiendo lo que podría ser un desafío en una poderosa herramienta de crecimiento.